viernes, 29 de mayo de 2009

Café de Mayo


La campanilla de la puerta sonó. Mientras se sacudía un poco el agua, dejó el paraguas a un lado y buscó la mesa cerca al ventanal.

- Buenas, en qué le puedo ayudar?

- Buenas, un café capuchino por favor, con canela.

- Claro, en un momento se lo traigo.

Encendió un cigarillo, mentolado, no es que le gustara mucho fumar pero cuando las tardes se ponen melancólicas y llorosas, el cuerpo como que le pide a gritos un parentesis en su agenda para un café, un cigarro y siempre en el mismo lugar.


- Un café capuchino con canela, por favor…

- Ok, ya se lo hago…

Mientras esperaba que estuviera listo el café se sentó en un banco en la cocina. Su turno ya cumplía las 10 horas, era lo único que lo alentaba en atender a los clientes que entraran en los próximos minutes, así poder largarse a su casa a descansar.

Aunque siendo honesto, no tenía ganas de llegar a escuchar ese escándalo en la casa… su suegra dando órdenes, su mujer quejándose de las malacrianzas de los niños, los niños peleándose unos con otros y él solo queriendo dormir para no venir mañana al trabajo tan cansado…

Decidió atrasar su llegada a la casa. Iría al bar de la esquina o a la sala de masajes de una de las clientes habituales del café pero a su casa aún no.

Se levantó y tomó el café, al salir de la cocina vió al joven fumando y en ese momento deseó uno, pero lo había dejado...


Al otro lado de la ventana y con un paraguas a medias caminaba lentamente... realmente iba mojado pero a pesar de que no le ayudaba mucho, iba aferrado a su compañero de viajes, siempre lo salvaba un poco en esas tardes de lluvia.

Observó al joven servir el café. Él nunca había entrado a un lugar así, lo más que conocía era el café negro y con leche, pero ese... las tripas protestaron, se metió la mano al pantalón y solo tocó un par de monedas que eran el pasaje hacia su casa.

Se limpió la boca, sentía que estaba babeando, como un niño en el ventanal de la MacDonald´s. Cruzó la calle, era mejor evitar la tentación que alborotar el hambre y aún le faltaba tamaño camino a casa.


Entre risas entraron los tres al café. Único lugar donde podían escampar mientras se tomaban algo caliente.

- Pídeme un Mokachino, sabes que son mis favoritos.-dijo la joven mientras dejaba las cosas en la mesa y se dirigía al baño para arreglarse.

Los otros dos amigos se acomodaron en la primera mesa, reían pero en sus miradas había algo más...

- ¿Tú que tomarás? - dijo el chico de la jacket negra, mientras pensaba si el otro tenía más oportunidad con ella que él...
- Un chocolate, no soy cafetero - dijo el que venía sin suéter. Pidió la orden de los tres al mesero y observaba lo atractivo que se veía con esa jacket negra...

En el baño ella solo pensaba en lo sexy que se veía él sin suéter...

10 comentarios:

  1. Sorprende como un mismo escenario puede albergar un sin fin de historias; cómo un punto, una referencia en una ciudad es testigo silencioso de historias, deseos, viviencias, sueños y frustaciones.

    Saludos Palas, excelente el relato, como siempre.

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  2. Historias cafes... Saluditos!!!!

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  3. Bello!
    Ay palitas que cafetera que estas ultimamente!! :D

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  4. jajaja no se por que me imagine los angulos de camara, los traveling, y todo eso
    jjaja

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  5. Muy lindo Palas... de veras me sentí en ese café... viendo las historias de cada quién.


    Saludes!!

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  6. A veces un café, un té o un chocolate es lo que mejor nos acompaña en momentos donde la lluvia no solo corre en las calles si no en nuestra alma también.

    Un abrazo, un beso, cuidate mucho.

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  7. Anónimo12:52 a.m.

    Para mi el tomarme una buena taza de cafe, pero una rica, humeante y deliciosisima taza de cafè viene siendo casi lo mismo que tener una deliciosisima y exquisita relaciòn sexual... :-)

    Salu2.

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  8. Me recordó un tiempo que en iba al café que se encontraba en el Melico Salazar para observar a las personas... luego escribía sobre ellas y las historias que podían tener.

    Me gusto mucho.

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