jueves, 28 de febrero de 2008
Los Mil Rostros del Amor
"Amor" es un término genérico bajo el cual designamos toda una flora de sentimientos diversos. Uno de ellos es expresión del deseo en lo que este tiene de más primario. Podríamos tipificarlo como pulsional, telúrico, urgente; en síntesis, una estampida de hormonas, un asunto de piel y de química. Su lenguaje es el cuerpo, su manifestación, el hervor de la sangre. Para él hay muchos nombres: lubricidad, voluptuosidad, pasión... No es un acto puramente animal, como muchos se apresuran a señalar. Hay en él un espíritu lúdico, travieso, deliciosamente transgresivo, un refinamiento y una perversidad de las que ningún animal sería capaz.
Pasamos ahora al amor lírico, poético. Esta insidiosa afección es, en esencia, un invento de los poetas. Una droga sin duda exquisita, pero droga al fin. Por su naturaleza misma, este sentimiento se alimenta de ensueños y quimeras, vive de distancia y muere de cercanía. El deseo aprende aquí a gozar de sí mismo y renuncia a la posesión del objeto amado.
Pero hay una tercera forma del amor donde la imperiosa voz de la sangre y los arrestos líricos no tienen tanta injerencia. Reposa sobre una urdimbre de experiencias comunes, sobre la solidaridad, sobre los dolores y las alegrías compartidas, sobre la vida misma. A diferencia de las dos formas de amor antes contempladas, es absolutamente intransferible e insustituible. Los amantes construyen conjuntamente un lenguaje y una serie de rituales únicos, singulares. Quizás hay en él menos fuego, pero más luz que en las otras formas del amor. Se fundamenta en un conocimiento profundísimo de quienes lo comparten, y solo el tiempo -cristalización de vida- lo hace posible. No es glamoroso, ni hiperbólico, ni desmelenado, pero tengo para mí que es el más verdadero de todos.
By Jacques Sagot
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